Thursday, April 13, 2017

La renta básica universal muestra sus credenciales para el futuro del sistema de seguridad social

Columna de opinión por: Nicolás Botero Mejía*
Analista del Observatorio en Comercio, Inversión y Desarrollo
Universidad EAFIT, Colombia

Las elecciones presidenciales en Francia, próximas a celebrarse el domingo 23 de abril de 2017, han generado un escenario político de incertidumbre en ese país. Las campañas han estado muy movidas y los candidatos han tenido que apelar a propuestas novedosas para convencer al electorado. La izquierda, y aunque dividida, tiene en el candidato Benoît Hamon, una de las propuestas más controversiales y que ha suscitado el debate, ya conocido en el viejo continente, alrededor de cómo debe ser la seguridad social del futuro.
La propuesta concreta de Hamon a la que me refiero es la implementación de un programa de renta básica universal. La organización Red Renta Básica la define como: “Un ingreso pagado por el Estado, como derecho de ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente de la sociedad incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quien conviva”. De la definición vale la pena resaltar 4 elementos clave. El primero es la incondicionalidad; no requiere situaciones de pobreza u otras condiciones sociales deficientes para tener el derecho a reclamarla, el segundo es la individualidad; puesto que cada individuo tendrá el derecho, el tercero es la universalidad; por su vocación a que cada persona del planeta la reciba. Por último, se trata de un ingreso suficiente para garantizar condiciones de vida digna, para que las personas tengan recursos para pagar ese mínimo vital.
El capitalismo, un método de producción y distribución de riqueza al cual no se le debe menospreciar sus ventajas, ha ido evolucionando como otras tantas ideologías. La producción en masa, la industrialización, las economías de escala y las innovaciones, entre otros, son resultados que se lograron gracias al ámbito competitivo en el que el capitalismo ocurre, pero las consecuencias en el largo plazo son de diversa índole. Y a la que me quiero referir es a que, en poco tiempo, la automatización de ciertos empleos, la creciente utilización de máquinas y de plataformas digitales va a sustituir, en buena medida, a la mano de obra humana. Ello implica reformas necesarias del sistema para que quienes queden sin trabajo puedan subsistir y para que la riqueza no se siga concentrando en ciertos países o en los dueños de los factores de producción. 

No pretendo defender el modelo de la renta básica universal ni destruirlo, pero considero que sí es necesario discutirlo y tenerlo como una alternativa en caso de necesitarse un cambio estructural del sistema de seguridad social prevalente hoy en día. 

Aquellos a favor de la RBU, invocan 2 valores fundamentales para la dignidad humana para defender su tesis: la igualdad y la libertad. Hoy por hoy, la desigualdad económica es creciente y alarmante. Prueba de ello es el informe realizado el año pasado por la ONG OxFam, el cual dice que las 62 personas más ricas del mundo acumulan el mismo patrimonio de la mitad más pobre de la población mundial; 3.600 millones de personas. Por su parte el argumento liberal radica en que las personas, con un ingreso que les garantice condiciones mínimas de vida digna no se verán obligadas a aceptar cualquier contrato ni cualquier condición laboral que un empleador les proponga. Por el contrario, tendrán mayor autonomía para tomar decisiones; significa el paso de una mera libertad formal a una libertad material. Entienden que la medida va a dignificar la vida de los empleados y de las personas socioeconómicamente vulnerables.
La propuesta tiene también un enfoque sicológico que merece atención. Según estudios, en los próximos años las enfermedades más comunes van a estar relacionadas con la depresión y con la condición mental humana de sentirse improductivo e insolvente. La renta básica, les permitirá a todos los ciudadanos disponer de una base material mínima para garantizar su existencia y consecuentemente prevenir estos escenarios, no menos importantes, de salud pública.
Por experiencia propia sé que, al escuchar el concepto de ingreso básico universal y sus 4 elementos ya mencionados, muchas personas lo ven como un desincentivo a que la gente trabaje o busque empleo. Imaginan inmediatamente una sociedad perezosa en la que pocos trabajarían, una sociedad dependiente del Estado y que confunde libertad con libertinaje. Ante estos miedos (que a mí natural o culturalmente también me surgen) los defensores de la renta básica sostienen que será todo lo contrario ya que con una base económica asegurada, cualquier trabajo remunerado supondrá un aumento en su renta neta. En otras palabras, que, implementado el sistema, lo que trabajen será ganancia. Además, que, ante la limitada oferta laboral, las personas eventualmente se dedicarán a la realización de proyectos propios afines a sus gustos y aptitudes. Afirman que la personas tendrían más tiempo para el ocio y el disfrute en familia, y que el voluntariado surge como otra modalidad a la cual dedicarse para contribuir a la sociedad. 
Creo firmemente que las políticas económicas no deben analizarse separadas de las políticas sociales. Por eso considero necesario que dado el caso de que se lleve a cabo una reforma hacia el derecho de ingreso básico universal, esté acompañada de políticas sociales que, en cierta medida, guíen hasta cierto punto el uso que las personas deben hacer de ese dinero, y de políticas educativas que estimulen el aprendizaje y eviten una sociedad intelectualmente indiferente. 
El sustento económico de la propuesta radica en que ampliar la capacidad adquisitiva de la población, resultaría en un dinamismo económico; mayor circulación de dinero, bienes y servicios. Ante la mayor productividad que suponen los escenarios de robotización industrial y digitalización de los servicios, se necesita correlativamente un consumo en masa para el progreso económico. Por otro lado, el IBU podría reemplazar parte de los salarios de los trabajadores, favoreciendo a las empresas e inversionistas privados. 
Ahora, los cuestionamientos y reservas de quienes están en contra de la medida son completamente admisibles. ¿Quién va a financiar un modelo de renta básica universal? ¿Cuánto dinero recibirá cada ciudadano? ¿Será un valor único o proporcional a sus necesidades básicas insatisfechas? Son preguntas que aún no encuentran respuestas concretas y que ponen a tambalear toda la propuesta. Adicionalmente, habría impacto en la inflación y en otros indicadores macroeconómicos que pueden resultar en un panorama peor al actual. Sin un fundamento técnico desde el punto de vista económico, y formal para su eventual implementación dudo que este modelo, aparentemente prometedor y moralmente correcto llegue a ser una realidad. Benoît Hamon probablemente no gane las elecciones el Francia, pero lo cierto es que el debate debe continuar y trascender el entorno político electoral francés porque las economías siguen teniendo el desafío de encontrar sistemas de seguridad social más sólidos y eficientes. 

Referencias

Tuesday, April 4, 2017

¿Acaso es medible la felicidad?

Artículo de opinión por: 
Juan Esteban Rivera Salazar*
Estudiante de Negocios Internacionales, Universidad EAFIT, Colombia

La felicidad ha sido considerada un concepto complejo, definirla comprende el análisis de variables que puedan afectar los comportamientos del homo sapiens y su relación con el entorno; sin embargo, diversos campos de estudio han tratado de encontrar una definición que proyecte un acercamiento a lo que en realidad es.
Segura, M. D., y Ramos, (2009) concluyen en su trabajo La psicología de la felicidad, que “la felicidad no es un estado transitorio como lo puede ser el placer o la alegría, sino que mantiene una estabilidad temporal” y que es posible “relacionarla con la satisfacción experimentada por la congruencia entre nuestros valores personales y capacidad para poder llevarlos a cabo”. En otras palabras, la felicidad es el resultado de la percepción de autorrealización del ser humano independientemente de lo obtenido o los resultados de su esfuerzo.
De acuerdo con Kant, la felicidad es un deber del ser humano, una responsabilidad que le permite ser consciente y libre de su salud, bienestar y comportamiento, de su situación particular y de su relación con los demás debido a su naturaleza y su necesidad inherente de afiliación (Barghomz, 2012). Es por ello que Rousseau, en su teoría de la voluntad general, define el bien común como la suma entre dos factores (Seguridad y desarrollo) que permiten el incremento del nivel y las expectativas de vida en una nación. Dicho bien común debe ser impuesto por el Estado en caso de oposición y conlleva a que la minoría sea “obligada a ser libre” (Piedrahita, 2017). Precisamente, el fin objetivo del Estado debe ser alcanzar y promocionar el bien común que genera una mejoría en la calidad de vida. Debido a lo anterior, se incrementaría la población activa dispuesta a ser parte del ciclo económico formal que a su vez produciría mejoras en el posicionamiento de la ventaja competitiva nacional en el mercado global, donde ya no solamente participan Estados sino entidades privadas. Por ende, la felicidad será una combinación de factores que faciliten la maximización del bienestar individual y como consecuencia, del colectivo. Es así como explica el resumen del World Happiness Report en el año 2015 que “el bienestar depende en gran medida del comportamiento pro-social de los miembros de la sociedad. Pro-sociabilidad involucra a individuos que toman decisiones para el bien común (…)” (SDSN, 2017).
Aún con el reto de encontrar un método viable para medir la felicidad, el World Happiness Report “elaborado por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (Sustentable Development Solutions Network - SDSN) de las Naciones Unidas, es el intento más reciente para realizar una comparación global del bienestar a partir de un conjunto de variables y estadísticas mensurables y comparables” (Stemmer, 2015). Entre las anteriores se destacan el PIB per cápita, los años de esperanza de vida saludable, el apoyo social, la confianza, la libertad percibida para tomar decisiones de vida, y la generosidad; factores que a largo plazo influyen en la forma en que una nación percibe su capacidad para escalar en el sistema social y progresar.
Con base a ello, los inversionistas pueden fácilmente encontrar mercados atractivos para ofertar, generar valor agregado a los bienes que producen o reducir costos. Ejemplos de ello serían que con un PIB per cápita elevado, los consumidores tendrían más posibilidades para acceder a las ofertas disponibles en el mercado o que los inversionistas encuentren una fuerza laboral consolidada para suscitar economías de escala.
La inversión extranjera puede verse afectada. Un índice que recoge la disposición general de la población que impulsa de la prosperidad nacional y que inherentemente, relaciona la gestión pública por las políticas desarrolladas en pro del capital social, es de interés para las compañías multinacionales que en su papel de ser sostenibles y apostarle a la responsabilidad social, buscan un entorno conveniente que les permita seguir consolidando sus operaciones a nivel internacional. Es por lo previamente mencionado, que los gobiernos deben promocionar políticas públicas que por objetivo, generen satisfacción personal y promuevan un óptimo rendimiento del conjunto colectivo.
La felicidad es ciertamente un concepto ambiguo, las opiniones surgen y las maneras de definir tal concepto cambian por la perspectiva moral, religiosa, cultural o incluso científica. Sin embargo, algo se puede afirmar, estudios presentados respaldan la aseveración de que la juventud presenta índices de felicidad más altos debido al respaldo económico recibido por los padres, el tiempo para el ocio y la recreación y la consolidación de la aceptación en el círculo social. Las responsabilidades aumentan con la edad y ser adulto implica aceptar otras responsabilidades como la carga laboral o la solvencia económica de sí mismo y del núcleo familiar (si se presenta dicha condición), aspectos que acarrean estrés, fatiga, desasosiego, entre otros (Gómez, , Suárez, Garzón & Gómez,  2016).
Aunque podría resultar inductivo concluir si una persona es feliz o no, lo cierto es que es posible realizar una medición mediante fórmula econométrica, un “modelo de elección discreta en donde la variable dependiente es dicotómica e indica si un individuo se siente satisfecho con su vida o no” (idem). Así es como el observatorio de la felicidad, herramienta que permite “efectuar el seguimiento de la felicidad en un grupo poblacional específico y en un lapso determinado” (Observatorio de Felicidad), ha logrado con información suministrada por la encuesta de Calidad de Vida de Medellín (ECVM) realizar un estudio pertinente que identifica los factores que generan satisfacción en la población.
No es tarea fácil dictaminar si un país es feliz o no, es una labor que toma tiempo de análisis; Sin embargo, se torna más sencilla cuando la nación de un país demuestra que es perseverante y con miras al desarrollo. Cada una enfrenta retos, pero reconocen el poder de la unidad, los problemas son obstáculos que en unanimidad se pueden superar y con talante, lograr bienestar.
Y ese bienestar se traducirá en felicidad.

Referencias


Encuesta de responsabilidad social universitaria 2017

Monday, April 3, 2017

Presidente Trump y la nueva coyuntura económica mundial.

Artículo de opinión por: Juan Camilo Pareja Osorio*
Estudiante de Administración de Negocios, Universidad EAFIT, Colombia

La posesión del Presidente de Estados Unidos Donald Trump en enero del 2017, suceso que hasta hace un par de años se consideraba improbable, ha despertado la preocupación y rechazo de gran parte de la comunidad internacional, que en estos momentos ve cómo las nuevas decisiones de Trump, caracterizadas por su excesivo nacionalismo y rechazo hacia las minorías, generan un cambio drástico en las relaciones políticas y económicas que por más de 60 años se han ido construyendo alrededor del mundo.
El proteccionismo impulsado por el nuevo presidente, está basado en amenazas acerca de subir impuestos e imponer barreras económicas, ha forzado a empresas americanas a cerrar sus plantas en el exterior y nacionalizar su producción e inversiones, ejemplo de esto es la compañía Ford quien cancelara su proyecto, revelado en abril del año pasado, en el cual se iban a invertir 1600 millones de dólares en la construcción de una fábrica en San Luis Potosi, Mexico (Reuters, 2017). Esto significa un fuerte golpe para las economías de países tanto desarrollados como emergentes, que han consolidado su comercio gracias a la integración económica liderada por Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Lejos están las nuevas medidas de ser progresistas y contribuir con el desarrollo del mercado internacional, con estas decisiones el mundo se encuentra al borde de una guerra comercial, que si bien, podrá beneficiar a algunas potencias como China, Japón e India, quienes podrán ver crecer sus mercados, y afectaran a aquellos países que cuentan con Estados Unidos como su principal socio comercial. México es un claro ejemplo de cómo ya hay puestos de trabajo que han desaparecido e inversiones que se han fugado y así mismo como ocurrió con este país, las medidas amenazan con desestabilizar el equilibrio económico de diferentes estados alrededor del globo. 
Es esta entonces una lección para los países en vía de desarrollo, que ahora deben empezar a crear nuevas alianzas estratégicas con distintos socios comerciales que les permitan diversificar su economía y reducir la incertidumbre para así generar estabilidad sostenible a largo plazo. A la vez es un reto para cada país en el mundo, ya que como lo menciona la profesora Maria Alejandra Gonzalez-Perez, jefes de estado como Trump en estados unidos, “Putin, en Rusia; Xi Jinping, en China, y Tayyip Erdoğan, en Turquía, comparten la posición de que las relaciones internacionales no representan un gana-gana, sino que son un juego de suma cero, en donde lo que un país gana el otro lo pierde, y, con esto, las tensiones asociadas a la globalización, el multilateralismo y las resistencias a los negocios internacionales se incrementan” (Gonzalez-Perez, 2016). Lo que significa que ahora cada estado deberá tomar las decisiones adecuadas para que las coyunturas que se están dando no los absorban, y por contrario, sean un impulso para su progreso.

Referencias

Gonzalez-Perez, Maria Alejandra (2016). Trump y ¿el fin de la nueva historia?El Eafitense.
Reuters. (03 de enero de 2017).  Ford Cancels a $1.6 Billion Mexico Plant and Adds 700 Jobs in Michigan  Fortune. Obtenido de http://fortune.com/2017/01/03/ford-cancels-mexico-plant-trump/